
¿Qué harías para sentirte mejor cuando enfrentas una de estas situaciones?
- Tuviste una pelea con tu mejor amigo.
- Es el día antes de un examen muy importante y estás estudiando a última hora.
- Terminaste con tu pareja y te sientes triste y solo/a.
¿Escogerías…
a) Hablar con tu mamá, tu hermano u otra persona cercana y tener una larga conversación reconfortante.
…o…
b) Llegar a casa y correr a la nevera por un pastel, helado o pizza que sobró.
Si tu respuesta es b, puede que tengas una tendencia hacia la alimentación emocional.
¿Qué es la alimentación emocional?
El cuerpo necesita la nutrición de los alimentos para sobrevivir, y el exceso se almacena como grasa. Pero la alimentación emocional ocurre cuando usamos la comida para lidiar con sentimientos—aburrimiento, miedo, enojo, tristeza, incluso alegría. Es cuando pensamos que la comida llenará un vacío emocional y nos hará sentir mejor.
El problema es que comer frecuentemente por razones emocionales puede generar complicaciones físicas (como obesidad o problemas de salud) y malestar psicológico (culpa, depresión, pérdida de control).
¿Cómo diferenciar entre hambre emocional y hambre real?
- El hambre emocional aparece de repente y se enfoca en comidas específicas—dulces, frituras, pizza, básicamente “comida chatarra”.
- El hambre física surge poco a poco y puedes satisfacerla con distintos tipos de alimentos.
- Con hambre real, dejas de comer cuando estás lleno/a. Con hambre emocional, parece que nunca tienes suficiente.
- Si después de comer sientes culpa, suele ser hambre emocional. Si sientes satisfacción, era hambre física.
La alimentación emocional, si no se controla, puede incluso convertirse en una adi
Consejos para manejar la alimentación emocional
- Cambia el foco. Cuando sientas el impulso de comer, haz algo distinto: sal a caminar, toma agua, llama a un amigo, ve al gimnasio o busca otra actividad que te distraiga.
- Haz una pausa antes de comer. Pregúntate: ¿qué estoy sintiendo? ¿Cómo fue mi día? ¿Estoy aburrido/a, enojado/a, solo/a? Incluso emociones positivas pueden llevar a comer de más. Nombrar la emoción ayuda a calmar el impulso.
- Lleva un diario. Escribe qué sientes antes, durante y después de comer. Así podrás reconocer patrones entre tus emociones y tus elecciones de comida.
- Busca otras formas de manejar el estrés. Meditación, respiración, yoga, pilates… cualquier recurso que te ayude sin recurrir a la comida.
- Pide ayuda si lo necesitas. Un psicoterapeuta puede ayudarte a procesar tus emociones, un nutricionista puede orientarte en tu dieta, y un entrenador puede motivarte a moverte más.